Desechar para desear
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1 Pedro 2:1-3)
Si bien la mayoría de nosotros somos incapaces de recordar nuestros primeros meses de vida, aquellos que somos padres no podemos olvidarnos del llanto de nuestros hijos recién nacidos para hacernos saber su necesidad de alimento. Otro detalle, quizás no tan obvio pero sí muy común, es el movimiento de afán que hace el bebé con su boca para intentar encontrar la fuente de su comida, ya sea el de su madre o el biberón. Una vez lo encuentra, ya más tranquilo empieza a alimentarse.
El apóstol Pedro, de una manera muy ilustrativa –y que todos podemos entender, usa este ejemplo para exhortarnos a desear el alimento espiritual puro para poder crecer espiritualmente de una manera saludable.
Estos versículos están relacionados al capítulo anterior y como consecuencia de ellos Pedro exhorta a los cristianos a desechar y a desear. La construcción gramatical del participio “desechar” y del verbo “desear” indica que antes de desear la leche, debe haber una ruptura definitiva con todo aquello que perjudica el crecimiento espiritual.
¿Cuántos cristianos pretenden crecer en la nueva vida (1 Ped. 1:18, 23) sin romper con la vida pasada? ¿Es eso posible? Mira tu vida, examina tu corazón, ¿has desechado esa malicia, engaño, hipocresía, envidia y detracciones? Lo cierto es que la lista podría ser mucho más larga, pero con éstos, el apóstol tiene suficiente para remarcar su punto: Así no se puede crecer.
El participio “desechando” ilustra a alguien arrojando una prenda muy manchada o infectada. “El término que usa repudia cualquier esfuerzo de cubrir esas deformidades desagradables del viejo hombre con el velo de una cortesía y delicadeza asumida.”[1]
¿Y no es precisamente eso lo que muchas veces pretendemos? Intentamos cubrir nuestra maldad con “santidad”, cuando lo que realmente debemos hacer es desecharla como desecharíamos una prenda infectada por el Ébola.
Ya desprovistos de esta prenda infectada, podemos verdaderamente desear esa leche espiritual no adulterada que encontramos en Su Palabra, y ese crecimiento empezará a tomar lugar en nuestra vida.
Ahora bien, este desechar no es una acción puntual que ejecutamos y queda culminada, pues todos sabemos que nuestra carne está ahí… pero sí que es ese propósito constante y actitud perseverante de dejar la vida vieja atrás y andar en la nueva.
Hace unos años, un amigo cristiano me dijo: “Dios no nos revela nuestra maldad de golpe –pues sería algo que no podríamos sobrellevar, sino que poco a poco, capa a capa (como si de una cebolla se tratase), nos muestra nuestra suciedad. Sólo tratando con ella podemos proseguir en nuestro crecimiento espiritual. Es decir, en la medida en la que la desechamos, podremos avanzar en nuestro crecimiento.
Pastor Josep Segurado
[1] John Brown, Expository Discourses on the First Epistle of the Apostle Peter, 1:203
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