¡Eres importante!
“…porque el que os toca, toca a la niña de su ojo…” (Zacarías 2:8)
La pupila, o niña del ojo es la parte central del iris, por donde penetra la luz en el ojo. La denominación pupila la hemos heredado del latín. Inicialmente, para los romanos, el nombre pupilla podía significar “muñeca” o “niñita” dependiendo del contexto. Se empezó a utilizar para hablar de una parte del ojo porque quien mira con atención la pupila de otra persona descubre en la superficie del ojo una especie de muñeco que no es sino su propio reflejo.
La expresión “niña de su ojo” aparece en tres ocasiones en el Antiguo Testamento, en Deuteronomio, Salmos y Zacarías, y todas ellas nos indican la importancia que tenemos para Dios.
Posiblemente no me equivocaría si afirmase que todos nosotros conocemos por experiencia la incomodidad y el dolor que sentimos cuando alguien nos mete el dedo en el ojo, y el “nervio” que esa acción desafortunada levanta.
Todo nuestro cuerpo está siempre recubierto y protegido de piel y carne… no el ojo. La córnea y la esclerótica (la parte blanca del ojo) son las partes más superficiales del ojo, y exceptuando el tiempo en el que estamos con los ojos cerrados o parpadeando, están expuestos al contacto directo.
En este versículo el profeta Zacarías nos da una frase muy ilustrativa en cuanto a la importancia que tiene para Dios su pueblo. ¡Haz la prueba! Con el dedo índice de tu mano derecha toca con firmeza la palma de tu mano izquierda. ¿Duele? Por supuesto que no. Ahora toca tu rodilla derecha. ¿Te ha dolido? Tampoco. ¿Pero qué pasa si por descuido tu dedo roza la córnea de uno de tus ojos? La molestia es considerable si no dolorosa.
En otras palabras, a diferencia del resto del cuerpo, el contacto directo con el ojo hace que todo el cuerpo se aperciba de dolor y provoque una reacción instantánea… y Zacarías escribe:
“…porque el que os toca, toca a la niña de su ojo…”
¿Qué te sugieren estas palabras? Que el pueblo de Dios es especial, muy especial para Él. No hay presión alguna que cause molestia a Dios, pero (sin querer causar malentendidos, y en un sentido figurativo) Su pueblo es “Su debilidad”. ¡Cualquier acción contra Su pueblo no le pasa desapercibida!
Usando la misma ilustración David escribió:
“Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas” (Salmo 17:8)
El rey David usa la misma ilustración para invocar la protección de Dios, la misma que Dios proveyó cuando el pueblo estuvo vagando por el desierto cuarenta años.
“Le halló en tierra de desierto, Y en yermo de horrible soledad; Lo trajo alrededor, lo instruyó, Lo guardó como a la niña de su ojo.” (Deuteronomio 32:10)
Y hoy en día, ¿somos la niña del ojo de Dios? ¿Cuánto le importa a Dios lo que nos sucede? Entre tantos millones de personas, ¿soy importante para Él? Sí, y mucho.
Jesús afirmó a sus discípulos que si Dios cuida las aves del cielo, podemos estar seguros que va a ocuparse de nosotros, que somos muchísimo más importantes que ellas (Mateo 6:25)
Piensa en lo que hizo por ti. Si Cristo murió para que tú pudieses tener vida, ¿crees que va a olvidarse de ti? Al darte su vida, ¿crees que su vida dejó de ser importante para Él? ¡Por supuesto que no!
Nosotros somos ese linaje escogido, ese real sacerdocio, ese pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2:9) y podemos decir con seguridad que somos la niña de su ojo.
Dios tiene un interés especial en cada uno de sus hijos, y por eso con autoridad Pedro escribe:
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:7)
Eres importante para Dios… ¡no te olvides!
Pastor Josep Segurado
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