Cetro de Equidad
“Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.” (Hebreos 1:8, 9)
“La gloria de su gobierno, de acuerdo con el Salmo 45, radica en el hecho de que mantiene una influencia moral sobre sus súbditos; Él es el fundador de un reino de justicia. A lo largo de su reino, dondequiera que sea llevado el cetro, prevalece un cetro justo sobre todos las tronos y dominios, humanos y angélicos. Esta comprensión del reino de Dios prueba que ni el cristianismo contemporáneo de nuestro tiempo ni su gente están bajo el gobierno del Hijo porque hay muy poca justicia y odio por la iniquidad en ellos.” 1
Estas son las palabras de un comentario bíblico que leí esta semana en referencia a los versículos 8 y 9 del capítulo 1 de Hebreos. Por supuesto, es la última frase de este párrafo la que llamó mi atención y me hizo meditar: “…hay muy poca justicia y odio por la iniquidad en ellos.”
Muy acertadamente el autor del comentario resalta la relación directa entre el Rey y sus súbditos, la cual cabe recordar, no es una imposición sino un sometimiento voluntario.
Demostrando la superioridad del Hijo sobre los ángeles, el autor de Hebreos destaca el carácter justo del reinado del Hijo, el cual implica a su vez el aborrecer la maldad, los dos van juntos.
Hoy en día, hay muchos que se llaman a sí mismos cristianos, también existen muchas iglesias que profesan seguir a Cristo, así como muchas religiones que claman adorarle… pero si eso fuera verdaderamente así, la justicia y el odio a la maldad prevalecerían ¿es eso así? Examina tu propia vida, pregúntate si tu vida es reflejo de esa influencia moral del cetro de Cristo.
Más y más vivimos en días donde el cristianismo es un término desfigurado, una fachada para cubrir una necesidad, donde la moralidad divina está a punto de desaparecer cambiada por el libertinaje carnal. Con todo, las palabras inspiradas de Hebreos 1 versículos 8 y 9 siguen válidas y frescas como en el día en las que fueron escritas por primera vez.
El Hijo sigue amando la justicia y aborreciendo la maldad, por lo tanto sus hijos deben amar la justicia y aborrecer la maldad, sin importar su situación, país de origen, edad, cultura o trasfondo.
Nuestras vidas deben estar moldeadas de acuerdo a este principio divino. Nuestro deseo no puede ser otro que imitar al Hijo, a Jesús, el que fue coronado de gloria y honra (Heb. 2:9) y para ello debemos anhelar esa justicia perfecta. No podemos justificar el pecado y mucho menos albergarlo en nosotros. No podemos pasar por alto el pecado y mucho menos participar de él.
Si decimos que Jesús es nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro Redentor es de esperar que nuestras vidas estén regidas por ese cetro de equidad y justicia, en caso contrario demostramos que algo no está funcionando en nosotros.
En el salmo 139, el rey David confirma lo mencionado de este modo:
“¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos.”
Y a continuación añade:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mi pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:21-24)
Al igual que David, deberíamos examinar nuestro corazón, probar nuestros pensamientos y vigilar nuestro caminar, para asegurarnos que realmente somos regidos por el cetro justo de Jesús.
Pastor Josep Segurado
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