El cambio que Dios espera
“Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová.” (Josué 24:14)
Estas palabras forman parte del último discurso de Josué al pueblo de Israel. Después de media vida sirviendo bajo el liderazgo de Moisés y de otra media vida liderando al pueblo él mismo, Josué reta al pueblo de Israel a decidirse: Seguir a Dios como Él quiere, o seguir a otros dioses como lo hicieron sus padres al otro lado del río y en Egipto. O todo, o nada.
Como bien sabemos, Israel y la iglesia son dos entidades distintas, la primera es sombra de la segunda. Sin embargo, siendo diferentes, hay muchas similitudes entre ellas.
Dios escogió al pueblo de Israel para que fuesen fieles testigos de Su Persona ante un mundo en tinieblas (Exodo 19:5-6) así como Dios escogió a la iglesia para que Su gloria sea dada a conocer a los principados y potestades (Efesios 3:9-10). Igualmente, Dios espera una devoción indivisible por parte de la iglesia así como la esperaba por parte de Israel.
En el versículo con el que hemos empezado estas palabras podemos entrever el corazón de Dios en las palabras de Josué: Debemos temer a Jehová con integridad y en verdad y para ello debemos quitar los dioses a los que servíamos antes de convertirnos en pueblo de Dios.
En la primera epístola a los Corintios, el apóstol Pablo describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12-27) Siendo así, se puede entender fácilmente que la iglesia deba mostrar y ser reflejo de la pureza, santidad y gloria de Cristo, pues somos Su cuerpo. ¿Cómo lo hacemos? Primeramente, quitando de entre nosotros los dioses que servimos en el pasado, las manchas, la rebeldía, el pecado que nos esclavizaba para que así, Su gloria sea manifiesta en medio de la oscuridad.
Para poder operar con total seguridad, un cirujano debe observar ciertas normas básicas para evitar las temidas infecciones nosocomiales, entre ellas lavar con antiséptico las manos y antebrazos. Además se vestirán con un pijama y bata médico, gorro de quirófano, cubre-bocas y calzado adecuado. Todo ello desinfectado y limpio. Su ropa habitual de calle, siendo aceptable en otra esfera no es apta para ejercer su profesión. Del mismo modo, el pueblo de Dios no podrá ejercer adecuadamente su profesión a menos que se limpie de toda impureza. ¡Es más, si la iglesia es el cuerpo de Cristo, Él no querrá que haya impureza en Él! Imagina la reacción de una persona a la que le dicen que tiene una araña grande en el cuello de la camisa… si es una persona como yo, automáticamente intentará sacarla con todo tipo de espasmos y movimientos.
Me pregunto cuántas veces permitimos que la suciedad de nuestra vida vieja forme parte de nuestra nueva vida, para deshonra del cuerpo de Cristo. Me pregunto si quizás intentamos justificar nuestros pecados y manera de ver las cosas porque nos sentimos cómodos en ellas y no tenemos deseo alguno de cambiar. Me pregunto si realmente hemos entendido lo que significa ser el pueblo de Dios.
La salvación no consiste sólo en ser salvos del pecado, también habla de una transformación interior para ser hechos conformes a la imagen de Cristo (Romanos 8:29) Hemos sido llamados a ser santos (como Él es santo, Mateo 5:48). Si hemos sido salvos del pecado y de los pecados (Gálatas 5:19-21; Efesios 4:25-31; 1 Corintios 6:9-10, 1 Timoteo 1:9-10, etc.) ¿qué hacemos todavía viviendo en ellos?
Las palabras de Josué siguen flotando en el aire y llaman a una decisión personal. Puedes pintarlo como quieras. Puedes excusarte. Puedes intentar pasar por encima. Puedes mirar hacia otro lado. Puedes decir que hay otros que hacen como tú. Pero no puedes cambiar el corazón de Dios y lo que Él espera de Su pueblo: Teme a Jehová, y sírvele con integridad y en verdad; y quita de entre ti los dioses a los cuales serviste.
Pastor Josep Segurado
Leave a Reply